lunes, 9 de diciembre de 2013

EL DIA QUE ATROPELLARON AL PERRO



  Mónica Piñera


Era domingo por la mañana, antes de las nueve. Sabía que sería un día ajetreado con tantas actividades programadas y por lo mismo, decidí quedarme un rato más en la cama. Escuchaba el radio y checaba mi celular. En la calle, pocos carros perturbaban la tranquilidad. 

De repente, los quejidos de un perro me hicieron saltar de la cama. Imagine que el carro que acababa de pasar había atropellado al animalito. Sabía que mi mamá al escuchar los lamentos también había salido apurada a ver lo que pasaba. Busqué los zapatos y bajé corriendo la escalera.

Tal como supuse,  vi que mi mamá cerraba la puerta de la calle, pero nunca imagine encontrar a  sus pies a una de las mascotas de la casa que chillaba y chillaba. ¡Habían atropellado a Chispa! 

Chispa, así la bautizaron por ser tan inquieta, llegó a la casa rescatada de la calle en condiciones lamentables. Su estancia sería temporal mientras le encontraban un nuevo hogar. Las semanas pasaron y nunca aparecieron nuevos dueños. Entonces se quedó en casa, como ha sucedido con otros perros a lo largo de los años. 

Suponemos que se escapó de su casa cuando encontró la puerta abierta. Siempre está alerta a la puerta abierta para salir corriendo; y siempre regresa. Ese domingo aprovechó el descuido para salir corriendo, pero su regreso fue accidentado. 

Pobrecita, se quejaba mucho a su modo. Su pata trasera izquierda estaba lastimada. Se le veían algunos raspones y la marca negra, suponemos que de la llanta de carro. Empecé a acariciarla y dócilmente se acercó a mí, creo que se sintió reconfortada en medio de su dolor. 

Era domingo en la mañana ¿dónde encontrábamos a un  veterinario? La envolvimos en una cobija y así se estuvo, recostada mientras checaba a donde podía llevarla a consulta. Una amiga veterinaria me sugirió una clínica y allá la llevamos. Había pasado al menos media hora desde la atropellaron. Chispa estaba más tranquila, se movía un poco, pero no dejaba de lamerse su pata.  

En la misma cobija de cuadros verdes la pusimos en la parte trasera de la camioneta. Ya no se quejaba. Llegamos a la veterinaria y todavía estaba cerrada. Esperamos 15 minutos hasta que llegó la doctora. La revisó minuciosamente y nos dijo que no parecía una fractura severa. La Chispa no dejaba de temblar cuando le tomaron la temperatura y cuando checaban sus raspones.

Le tomaron una radiografía que mostró una fractura en el pubis; sanará sola después de unas semanas, dos o tres heridas de consideración que no requirieron sutura, pero habrá que checarlas para evitar que se infecten y muchas raspaduras en su panza, supone la doctora que por la fricción con el pavimento. 

Le inyectaron una solución para aminorar el dolor, en las heridas le frotaron yodo en las heridas y le recetaron un antibiótico y otro jarabe para aminorar las molestias. Nunca me había tocado atender una emergencia perruna. Por fortuna, no fue tan grave.  Recomendaron reposo, lo que se antoja difícil para una perra tan inquieta como Chispa. 

En el veterinario