Mónica Piñera
Era domingo por la mañana, antes
de las nueve. Sabía que sería un día ajetreado con tantas actividades
programadas y por lo mismo, decidí quedarme un rato más en la cama. Escuchaba
el radio y checaba mi celular. En la calle, pocos carros perturbaban la
tranquilidad.
De repente, los quejidos de un
perro me hicieron saltar de la cama. Imagine que el carro que acababa de pasar
había atropellado al animalito. Sabía que mi mamá al escuchar los lamentos
también había salido apurada a ver lo que pasaba. Busqué los zapatos y bajé
corriendo la escalera.
Tal como supuse, vi que mi mamá cerraba la puerta de la calle,
pero nunca imagine encontrar a sus pies
a una de las mascotas de la casa que chillaba y chillaba. ¡Habían atropellado a
Chispa!
Chispa, así la bautizaron por ser
tan inquieta, llegó a la casa rescatada de la calle en condiciones lamentables.
Su estancia sería temporal mientras le encontraban un nuevo hogar. Las semanas
pasaron y nunca aparecieron nuevos dueños. Entonces se quedó en casa, como ha
sucedido con otros perros a lo largo de los años.
Suponemos que se escapó de su
casa cuando encontró la puerta abierta. Siempre está alerta a la puerta abierta
para salir corriendo; y siempre regresa. Ese domingo aprovechó el descuido para
salir corriendo, pero su regreso fue accidentado.
Pobrecita, se quejaba mucho a su
modo. Su pata trasera izquierda estaba lastimada. Se le veían algunos raspones
y la marca negra, suponemos que de la llanta de carro. Empecé a acariciarla y dócilmente
se acercó a mí, creo que se sintió reconfortada en medio de su dolor.
Era domingo en la mañana ¿dónde encontrábamos
a un veterinario? La envolvimos en una
cobija y así se estuvo, recostada mientras checaba a donde podía llevarla a
consulta. Una amiga veterinaria me sugirió una clínica y allá la llevamos.
Había pasado al menos media hora desde la atropellaron. Chispa estaba más
tranquila, se movía un poco, pero no dejaba de lamerse su pata.
En la misma cobija de cuadros
verdes la pusimos en la parte trasera de la camioneta. Ya no se quejaba.
Llegamos a la veterinaria y todavía estaba cerrada. Esperamos 15 minutos hasta
que llegó la doctora. La revisó minuciosamente y nos dijo que no parecía una
fractura severa. La Chispa no dejaba de temblar cuando le tomaron la
temperatura y cuando checaban sus raspones.
Le tomaron una radiografía que
mostró una fractura en el pubis; sanará sola después de unas semanas, dos o
tres heridas de consideración que no requirieron sutura, pero habrá que
checarlas para evitar que se infecten y muchas raspaduras en su panza, supone
la doctora que por la fricción con el pavimento.
Le inyectaron una solución para
aminorar el dolor, en las heridas le frotaron yodo en las heridas y le
recetaron un antibiótico y otro jarabe para aminorar las molestias. Nunca me
había tocado atender una emergencia perruna. Por fortuna, no fue tan grave. Recomendaron reposo, lo que se antoja difícil
para una perra tan inquieta como Chispa.
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