viernes, 30 de mayo de 2014

Mi primera competencia





Desde hace algunos años nació en mi la inquietud por correr. Competir en carreras para cruzar la meta y recibir una medalla. Siempre lo había pospuesto porque pretextos hay miles. Que si me duele la rodilla, que no tengo tiempo, que el calor, la lluvia o el frio, que no hay un parque cerca, en fin.

En el mes de marzo o abril, apareció en internet la convocatoria para participar en la 13° Carrera Bonafont, de 5 kilómetros, exclusiva para mujeres. Empecé a leer las bases y encontré que además de correr, se podía hacer el recorrido caminando.  No lo pensé mucho y me inscribí.  

Y desde ese momento supe que tenía un  reto por cumplir y que lo mejor era aprovechar el tiempo para prepararme. Comencé a ir al parque a caminar. Primero a paso lento, luego un poco más aprisa y más tiempo y más distancia. 

Hasta que caminé los 5 kilómetros que me dejaron muy cansada, pero así me dí cuenta que sí podría hacer el recorrido y terminarlo. Baje en el celular una aplicación que me marca cada 15 minutos la distancia y el tiempo, lo que me motivaba a seguir; me acompañaba mi novio y el recorrido se hacía menos pesado. 

La semana previa a la competencia del 25 de mayo, no tuve tiempo de ir a caminar; hasta el viernes al salir de la oficina llegué al Parque Metropolitano y recorrí los 5 kilómetros. Faltaban dos días y comenzaba a sentirme entre nerviosa y emocionada. 

El sábado fuimos a recoger los paquetes, con camiseta incluida a Plaza Galería y la emoción aumentó. Entré las recomendaciones impresas en un folleto decía que un día antes procurara estar relajada y dormir temprano. Casi lo logro. 

El domingo me levanté a las 6 de la mañana, me vestí y preparé algo muy ligero para desayunar. Alfonso me acompañó a la salida  y estuvo presente en la meta. Estaba nerviosa y al ver a tanta gente más. Mi pulsera fue naranja de "caminadora" Debiamos acomodarnos después de las corredoras y las trotadora, pero antes de las personas que llevaban a sus bebés en carriolas. 
 

La salida fue a las 8 de la mañana y el recorrido de 5 kilómetros fue por la Avenida Rafael Sanzio, la calle San Luis Gonzága, Av. Patria, Sebastian Bach y otra vez Rafael Sanzio para entrar a la meta en Plaza Galerías. La ruta fue con pocas subidas, por lo que no estuvo pesada.
La competencia empezó con el cielo medio nublado, fue al final que empezó a salir el sol y sentirse el calorcito. Cada kilómetro había una punto de abastecimiento de agua. Yo iba a mi paso normal, pero fue inevitable imprimir algo de velocidad al sentir a las demás competidoras cerca. Fue bonito ver a la gente salir a las calles a gritar porras, aunque no nos conocieran. 

Hice un tiempo de una hora con tres minutos y cruzar la meta fue una emoción indescriptible, así como la soñe hace años. Como si hubiera ganado el maratón más importante del mundo, aunque sólo haya caminado. Hace tres meses no hacía nada de ejercicio. Entre la gente ví a Alfonso y me emocioné más.

Mi reto personal está cumplido. Ya tengo mi medalla, la primera,  colgada ahora frente a mi cama para recordarme que todo se puede lograr, que puedo y debo seguir adelante  porque todas las metas son alcanzables.



miércoles, 21 de mayo de 2014

Las sorpresas de mi bolsa




No cabe duda que el interior de una bolsa de mujer puede develar muchas sorpresas. Bien dicen que cargamos hasta el molcajete y  creo que tienen razón. 

Lo más común que llevamos en la bolsa es la cartera, el celular, las llaves, cosméticos, pañuelos desechables y algún dulce. Pero ahora las bolsas son cada vez más grandes y el pasar tanto tiempo fuera de casa nos obliga a llevar lo que creemos necesitaremos durante nuestra jornada diaria.

Hace unos días hasta yo me sorprendí de lo que llevo en mi bolsa. Tuve que hacer un trámite y me dieron una forma para llenar. Al segundo renglón y por no leer las instrucciones me equivoqué. Con la pena, la persona del mostrador estaba por sacar otra forma y que me acuerdo ¡traía un corrector líquido! Rauda y veloz lo saqué para corregir el error y en unos minutos no había evidencia.

Si doy un vistazo rápido encontraré: chicles, plumas, una libreta pequeña para los apuntes y las cuentas; monedero, calculadora, crema para las manos, toallitas húmedas, una cosmetiquera, papeles varios, amuletos, cargador para celular, lentes y un abanico.

Mi bolsa es mi tesoro, siempre lo ha sido. Ah, por cierto, el corrector líquido ya lo dejé en el cajón del escritorio. Si ahora mismo tú buscas  en el interior de tu bolsa  ¿qué encontrarás?.

martes, 22 de abril de 2014

Con mi artísta favorito




“Ojala todo te de la vida”  es la frase del autógrafo escrito  en la portada de un disco LP, que por supuesto aún conservo, y que me dedicó José María Napoleón, el cantante que se convirtió en mi favorito desde los 10 años.  Fue mi primer autógrafo de él. Yo no conseguí personalmente la firma que he atesorado desde entonces.

Y el recuerdo de esa frase llegó a mi hace unos días, cuando asistí a la presentación del libro autobiográfico  escrito por Napoleón “Solo quería ser torero”. Parecía un evento más en pleno miércoles de semana santa; la entrada era gratuita y supuse que habría mucha gente, por lo que nos fuimos muy temprano al hotel donde se realizó la presentación.

Finalmente no estuvo tan concurrido; la mayoría fuimos mujeres ya maduras que como yo, comenzaron a seguir desde su juventud  la trayectoria artística de Napoleón.  Entonces ahí empecé a emocionarme. 
Tuvimos que esperar un buen rato para ingresar al salón, vimos entrar al cantante vestido con un traje azul marino. Desde ese momento comenzaron las fotos y los aplausos de quienes esperábamos.

Ya cuando entramos a ocupar nuestros lugares, el escenario estaba dispuesto y el cantante esperaba a escuchar las presentaciones de los dos escritores que se encargaron de comentar la obra que consta apenas de  132  páginas en las que narra en una forma concreta, sencilla y hasta poética sus andanzas en el mundo artístico y en el toreo.

Después de contestar algunas preguntas, el cantante complació a los asistentes con apenas unas cuantas líneas de la canción “Vive”. Prometió que para una siguiente vez, llevaría a sus músicos para cantar más canciones.

Para ese momento ya tenía el libro en mis manos y la firme intención de conseguir el autógrafo. Me formé en la fila correspondiente y fue de las primeras. Alfonso, mi acompañante, esperaba con la cámara para tomar muchas fotos “Toma muchas, muchas fotos,  no te detengas a ver si están bonitas”, fue mi indicación.

Estar de frente al ídolo de tantos años,  me impresionó y me emocionó. Sabía que sería sólo unos segundos, si acaso unos minutos y aproveché la oportunidad. Soy Mónica – me presenté y lo saludé de mano. Le di mi libro y él lo abrió para poner sus palabras. Otro autógrafo  en su vida, otro autógrafo para mí.  Me llegó la inspiración y le dije:  

-       Soy tu admiradora desde que ganaste el Festival OTI 77, yo tenía 10 años. Poco después de ese triunfo viniste al Teatro Degollado a un concierto y ahí me autografiaste un disco que aún conservo y que dice “Ojala todo te de la vida”.  Y él me escuchaba atento, viéndome a los ojos.   

-     La vida me ha dado muchas alegrías, pero también tristezas. Y hoy estoy aquí, muy, muy contenta de estar contigo.

-       Claro que la vida tiene de todo, contestó con voz pausada y baja. Yo en este momento tengo una tristeza muy grande, pero aquí estoy. En aquel momento no sabía el, no tardé mucho en enterarme que su madre murió hace apenas tres semanas.

-      Yo también le dije, mi padre está enfermo.

-    Mira Mónica, las personas que amamos se mueren cuando las olvidamos, mientras las mantengamos en el recuerdo siempre vivirán, reflexionó serenamente.

Y entonces empezó a escribir la dedicatoria en el libro “Mónica que Dios llene tu alma en la presencia de tus amores, Napo, abril 2014”

Mientras escribía y como queriendo alargar el momento le conté sobre un acontecimiento muy personal. 

     En octubre me voy a casar, yo creí que nunca me casaría. Y nada me daría más gusto que estuvieras en mi boda. 


Levantó la mirada y mientras yo intentaba decirle que si me ponía algún  dato para contactarlo él se me adelantó.

-       Te voy a poner un correo electrónico para estar en comunicación.

Cuando acabo de escribir esa pequeña pero significativa frase, se levantó para tomarnos unas fotos. Cuando terminó la sesión fotográfica le pedí a Alfonso que se acercará y los presenté: Mira Napoleón, es mi prometido. Nos tomó a los dos de las manos y nos dijo “No les deseo que sean felices, les exijo que sean felices”. 

Con un beso en la mejilla y un suspiro terminó aquel encuentro de apenas unos minutos que a mí me pareció eterno. La fila de autógrafos ya era larga.

Yo no pude contener el llanto. No creí que ese simple evento de presentación de libro fuera tan emotivo para mí. Y como no ¡si estuve frente a mi artista favorito desde hace tantos años!