martes, 22 de abril de 2014

Con mi artísta favorito




“Ojala todo te de la vida”  es la frase del autógrafo escrito  en la portada de un disco LP, que por supuesto aún conservo, y que me dedicó José María Napoleón, el cantante que se convirtió en mi favorito desde los 10 años.  Fue mi primer autógrafo de él. Yo no conseguí personalmente la firma que he atesorado desde entonces.

Y el recuerdo de esa frase llegó a mi hace unos días, cuando asistí a la presentación del libro autobiográfico  escrito por Napoleón “Solo quería ser torero”. Parecía un evento más en pleno miércoles de semana santa; la entrada era gratuita y supuse que habría mucha gente, por lo que nos fuimos muy temprano al hotel donde se realizó la presentación.

Finalmente no estuvo tan concurrido; la mayoría fuimos mujeres ya maduras que como yo, comenzaron a seguir desde su juventud  la trayectoria artística de Napoleón.  Entonces ahí empecé a emocionarme. 
Tuvimos que esperar un buen rato para ingresar al salón, vimos entrar al cantante vestido con un traje azul marino. Desde ese momento comenzaron las fotos y los aplausos de quienes esperábamos.

Ya cuando entramos a ocupar nuestros lugares, el escenario estaba dispuesto y el cantante esperaba a escuchar las presentaciones de los dos escritores que se encargaron de comentar la obra que consta apenas de  132  páginas en las que narra en una forma concreta, sencilla y hasta poética sus andanzas en el mundo artístico y en el toreo.

Después de contestar algunas preguntas, el cantante complació a los asistentes con apenas unas cuantas líneas de la canción “Vive”. Prometió que para una siguiente vez, llevaría a sus músicos para cantar más canciones.

Para ese momento ya tenía el libro en mis manos y la firme intención de conseguir el autógrafo. Me formé en la fila correspondiente y fue de las primeras. Alfonso, mi acompañante, esperaba con la cámara para tomar muchas fotos “Toma muchas, muchas fotos,  no te detengas a ver si están bonitas”, fue mi indicación.

Estar de frente al ídolo de tantos años,  me impresionó y me emocionó. Sabía que sería sólo unos segundos, si acaso unos minutos y aproveché la oportunidad. Soy Mónica – me presenté y lo saludé de mano. Le di mi libro y él lo abrió para poner sus palabras. Otro autógrafo  en su vida, otro autógrafo para mí.  Me llegó la inspiración y le dije:  

-       Soy tu admiradora desde que ganaste el Festival OTI 77, yo tenía 10 años. Poco después de ese triunfo viniste al Teatro Degollado a un concierto y ahí me autografiaste un disco que aún conservo y que dice “Ojala todo te de la vida”.  Y él me escuchaba atento, viéndome a los ojos.   

-     La vida me ha dado muchas alegrías, pero también tristezas. Y hoy estoy aquí, muy, muy contenta de estar contigo.

-       Claro que la vida tiene de todo, contestó con voz pausada y baja. Yo en este momento tengo una tristeza muy grande, pero aquí estoy. En aquel momento no sabía el, no tardé mucho en enterarme que su madre murió hace apenas tres semanas.

-      Yo también le dije, mi padre está enfermo.

-    Mira Mónica, las personas que amamos se mueren cuando las olvidamos, mientras las mantengamos en el recuerdo siempre vivirán, reflexionó serenamente.

Y entonces empezó a escribir la dedicatoria en el libro “Mónica que Dios llene tu alma en la presencia de tus amores, Napo, abril 2014”

Mientras escribía y como queriendo alargar el momento le conté sobre un acontecimiento muy personal. 

     En octubre me voy a casar, yo creí que nunca me casaría. Y nada me daría más gusto que estuvieras en mi boda. 


Levantó la mirada y mientras yo intentaba decirle que si me ponía algún  dato para contactarlo él se me adelantó.

-       Te voy a poner un correo electrónico para estar en comunicación.

Cuando acabo de escribir esa pequeña pero significativa frase, se levantó para tomarnos unas fotos. Cuando terminó la sesión fotográfica le pedí a Alfonso que se acercará y los presenté: Mira Napoleón, es mi prometido. Nos tomó a los dos de las manos y nos dijo “No les deseo que sean felices, les exijo que sean felices”. 

Con un beso en la mejilla y un suspiro terminó aquel encuentro de apenas unos minutos que a mí me pareció eterno. La fila de autógrafos ya era larga.

Yo no pude contener el llanto. No creí que ese simple evento de presentación de libro fuera tan emotivo para mí. Y como no ¡si estuve frente a mi artista favorito desde hace tantos años! 










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