Ya pasaron seis meses y los últimos tres kilos reclaman su derecho a quedarse. Ha sido muy díficil eliminarlos y comienza a ser frustrante ver la meta tan cerca y no alcanzarla todavía.
La semana pasada fue de retroceso y por fortuna, logré salir del bache. La báscula ayer marcó de nueva cuenta 27 kilos menos.
Regresé a la dieta hipercalórica, es decir, al yogurth y la fruta que tanto extraño cuando no la como. Dice el doctor que esta semana debo perder al menos dos kilos. Como advertencia, previo al 10 de mayo , me dijo que sería el Día de la Madre, no de la hija de la madre, para que no fuera a cometer pecadillos con la comida. Ni tiempo hubo. La festejamos con un desayuno el domingo anterior y me comí un omelete de camarones con una salsa medio exótica que hice a un lado lo más que pude.
Durante estos seis meses le he dado la vuelta a los compromisos sociales tanto como ha sido posible. Pero el sábado pasado fui al festejo de una señora que cumplió 90 años. Lo más sencillo hubiera sido no aceptar, como lo he hecho con frecuencia o llevar mi comida, lo cual siento que no es muy bien visto. Decidí ir a enfrentar el menú que tenían preparado: taquiza, pastel, botanas, cerveza. De botana había papas fritas, cacahuates y ya entrada la fiesta llegaron los chicharrones de cerdo que me ayudaron a disminuir el apetito. "Ya pueden pasar a servirse sus tacos" Pues comí guisados de carne, por supuesto que tenían salsas. Uno de los anfitriones me insistió con un pedacito de pastel " un pedacitito, ¿ por qué no?" Y claro que no me comí ni el pedicitito.
Al final de la semana no me fue mal en mi cita con la báscula. Ya quiero llegar al mantenimiento, es necesario.
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