martes, 11 de enero de 2011

De los dueños de las calles y algo más.

Me pareció muy interesante esta columna publicada en el semanario Conciencia Pública.

Licenciados de la calle

 
Por Ricardo Arceo Chávez
No es muy halagador ni esperanzador que un “nano empresario” (más pequeño que micro) que apenas trata de abrirse mercado se de cuenta de que ya existan falsos empresarios recibiendo de ingresos diarios lo mismo que podría recibir el nuevo empresario mensualmente, eso sí, sin pagar un solo peso de impuestos.
Me refiero a los “limpia vidrios” o “boteros” o “vendedores ambulantes” o “vendedores de lástimas” (llámese limosneros o cooperativas de falsas recetas). El problema no es el pago de impuestos, es el hecho de que tengan mas facilidades, más apoyo y más aceptación y caridad por el Gobierno, ONG’s, fundaciones y hasta por la misma sociedad que un nuevo empresario que se quemó las pestañas por no menos de 20 años estudiando para que cuando salga se dé cuenta de que si su fin era trabajar por dinero tal vez eligió la profesión incorrecta.
Un nuevo empresario necesita recursos para invertir y ser productivo en esta sociedad, para tal hecho se necesita un crédito del cual piden 20 mil trámites y papeles, en los cuales hay que plantear en qué se va a utilizar el préstamo (generalmente sólo lo otorgan para nueva maquinaria) y comprobar ingresos, algo incomprensible si se es nuevo empresario. Si se consigue el crédito, mes a mes hay que pagar el favor que nos hicieron de prestarnos dinero (es decir intereses), hay que comprar materiales para echar a andar la maquinaria, pagar servicios, empleado, y por supuesto, impuestos. ¿De dónde? Si vas empezando.
Los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales, nos han querido involucrar en la industria de la lástima; tantos mensajes para apoyar a la “gente de la calle", tantos programas para recaudar fondos, tantos reportajes de familias sin un techo para vivir... ¿qué buscan? ¿Curar sus culpas o fomentarnos la cultura de la limosna? La limosna es lo que se da como donativo para socorrer una necesidad. No sería un mejor donativo para toda esa gente rechazarles el dinero, no se fomentaría un deseo de superación. Tal vez se darían cuenta de que no todo es tan fácil como estirar la mano y pedir dinero. No se ha logrado controlar a los Licenciados que apartan lugares, se sienten dueños de las calles.
Nueve de la mañana, en el semáforo se acerca el del periódico, se aparece el primer “licenciado de la calle” con su bote para apoyar un centro de ayuda reconocido por su ficticia existencia, se niega a cooperar, recibes la primera maldición. Dos semáforos después los infaltables chicles, más dos pequeños malabaristas o intento de faquir recostados sobre una bolsa con trozos de vidrio mientras el otro encima de él hace malabares, a lo lejos los empresarios esperan para quitarles las limosnas.
El estacionamiento se encuentra secuestrado por cubetas, el “Lic. de la calle”, dice muy amable: “Aquí se lo cuido jefe”. Al regreso te exige, “son 30 de la lavada”. Después de la discusión por el servicio no solicitado, se escucha la siguiente maldición. Siguiente semáforo, te entregan una tarjeta, parecía un gesto amable, al reverso la petición cooperación mínima cinco pesos. Al negarte con gesto no verbal la siguiente maldición del día.
El estrés se incrementa, hay que rehidratarse, en la caja te solicitan centavos de “redondeo” para cierta fundación. Un menor empaca la mercancía solicitando la cooperación, a la salida una mujer pide ayuda con una receta en la mano, la fecha, dos años atrás, al negarse, el siguiente insulto “¡Pin… rico  algún día se te va a ofrecer!”. Siguiente “Lic. de la calle”, dice: “Me puede ayudar con 10 pesos, soy de Sinaloa y no tengo para el camión”.
Al llegar a la gasolinera, una mujer con un exuberante vestuario, cadenas y pulseras como adorno navideño  muestra su “profesionalismo” en la lectura de la mano. Ofrece muestra gratis e invita a mostrar las manos, ante el rechazo te avienta una profecía.
Demasiado estrés, gastritis segura, al llegar a casa piensas que te liberaste de los “licenciados de la calle”, tocan a la puerta, cooperación por pintar los machuelos de la banqueta. Regreso al trabajo, primer semáforo, se niega la cooperación, - “si traes dinero, tu eres rico, ya estoy vieja, nadie me da trabajo”, - ¿Quieres trabajo? Súbete, mi oficina es un chiquero, la banqueta no se ha barrido desde hace días”. Al parecer tenía contrato no quiso aceptar la propuesta.
Muchas maldiciones, me viene el cuestionamiento: Los que trabajamos honradamente tenemos la obligación de fomentar las mentiras y la corrupción,  muchas razones para poner en tela de juicio si valió la pena haber pasado 20 años desde las siete de la mañana entre cuatro paredes con los libros de Ética, Civismo, Historia y Desarrollo Humano. ¿No hubiera sido más fácil ser “licenciado de la calle”?

Ricardo Arceo Chávez es diseñador gráfico

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